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El otro dia llega un repartidor y me hace entrega de unos paquetes, hasta ahí todo normal, pero para mi susto, concluye diciendo que los peces iban en la bolsa.
En pocos minutos me ví solo ante el peligro, leyendo una tarjeta de cumpleaños en la que ponía que le costó mucho trabajo el encontar un regalo ideal para mí...
Y vaya que sí.
Solo que yo no tengo ni idea de cuidar peces y que este es mi primer acuario.

sábado, 24 de diciembre de 2011

poemita de bukowski

teníamos peces de colores que daban vueltas y más vueltas en la pecera colocada en la mesa junto a las pesadas cortinas que tapaban el ventanal y mi madre, siempre sonriendo, queriendo que todos fuéramos felices, me decía “¡sé feliz, Henry!” y llevaba razón: es mejor ser feliz si puedes pero mi padre seguía pegándonos a los dos varias veces por semana mientras rabiaba en su esqueleto de 1,89 metros porque no comprendía qué le estaba atacando por dentro. mi madre, pobre pececillo, deseosa de ser feliz, apaleada dos o tres veces por semana, diciéndome que fuera feliz: “¡Henry, ¡sonríe! ¿por qué no sonríes nunca?” y entonces sonreía ella, para enseñarme, y era la sonrisa más triste que he visto nunca. un día se murieron los peces, los cinco, quedaron flotando en el agua, de lado, con los ojos todavía abiertos, y cuando mi padre llegó a casa se los echó al gato en el mismo suelo de la cocina y nosotros nos quedamos mirando y mi madre sonreía. De Charles Bukowski, Los placeres del condenado (Visor, 2011).